Hoy escuchamos la parábola del sembrador, que es más que nada la madre de todas las parábolas, porque se enfoca en la escucha de la Palabra. Esta alegoría nos trae a la mente que la Palabra de Dios se convierte en semilla fecunda y eficaz; Dios la extiende generosamente por todos lados, sin importar que se desperdicie. Y es que así es el corazón de Dios, y nosotros somos un terreno sobre el que cae la semilla, sin excluir a nadie, la palabra es dada a cada uno de nosotros.
Ahora nos podemos preguntar: ¿Qué tipo de terreno soy? ¿me pareceré al camino, al baldío o al pedregal? Pero tenemos la oportunidad de ser como el terreno bueno, labrado y cultivado con cuidado, para que la Palabra haga que la semilla madure.
La semilla estás ya en nuestro corazón, solo nos falta hacerla fructificar y eso depende de cada uno de nosotros. Muchas veces estamos distraídos por otros interesas, por reclamos y es difícil distinguir, entre tantas voces y palabras, la del Señor, la única semilla que nos hace libres.
Pbro. Daniel Silva Pérez
Párroco del Señor de la Misericordia Ocotlán
